A killing summer heat wraps up the city
emptied of all who are not bound to stay
a Black woman waits for a white woman
leans against the railing in the Upper West Side street
at intermisston the distant sounds of Broadway dim
until I can hear the voice of sparrows
like a promise I await
the woman I love our slice of time
a place beyond the city's pain.
The corner phonebooth. A woman
glassed in by reflections of the street
between us her white face dangles
a tapestry of disasters
seen through a veneer of order
mouth drawn like an ill-used roadmap
eyes without core a bottled heart
the impeccable credentials of old pain.
A veneer cracks open hate
launches through the glaze into my afternoon
our eyes cross like hot wire
and the street snaps into nightmare
a woman with white eyes is clutching
a bottle of Fleischmann's gin
is fumbling at her waistband
is pulling a butcher knife from her ragged pants
her hand arcs back "You Black Bitch!"
the heavy blade spins out
toward me slow motion
years of fury surging upward like a wall
I do not hear it clatter
to the pavement at my feet.
Gears of ancient nightmare churn
swift in familiar dread and silence
but this time I am awake released
I smile. Now. This time is
my turn.
I bend to seize the knife
my ears blood-drumming
across the street my lover's voice
the only moving sound within white heat
"Don't touch it!"
the woman I love our slice of time
a place beyond the city's pain.
The corner phonebooth. A woman
glassed in by reflections of the street
between us her white face dangles
a tapestry of disasters
seen through a veneer of order
mouth drawn like an ill-used roadmap
eyes without core a bottled heart
the impeccable credentials of old pain.
A veneer cracks open hate
launches through the glaze into my afternoon
our eyes cross like hot wire
and the street snaps into nightmare
a woman with white eyes is clutching
a bottle of Fleischmann's gin
is fumbling at her waistband
is pulling a butcher knife from her ragged pants
her hand arcs back "You Black Bitch!"
the heavy blade spins out
toward me slow motion
years of fury surging upward like a wall
I do not hear it clatter
to the pavement at my feet.
Gears of ancient nightmare churn
swift in familiar dread and silence
but this time I am awake released
I smile. Now. This time is
my turn.
I bend to seize the knife
my ears blood-drumming
across the street my lover's voice
the only moving sound within white heat
"Don't touch it!"
I straighten, weaken, then start down again
hungry for resolution simple
as anger and so close at hand
my fingers reach for the familiar blade
the known grip of wood against my palm
oh I have held it to the whetstone
a thousand nights for this
escorting fury through my sleep
like a cherished friend to wake
in the stink of rage
beside the sleep-white face of love.
The keen steel of a dreamt knife
sparks honed from the whetted edge
with a tortured shriek
between my lover's voice and the gray spinning
a choice of pain or fury
slashing across judgment a crimson scar
I could open her up to my anger
with a point sharpened upon love.
In the deathland my lover's voice
fades like the roar of a train derailed
on the other side of river
every white woman's face I love
and distrust is upon it
eating green grapes from a paper bag
marking yellow exam-books
tucked into a manila folder
orderly as the last thought before death
I throw the switch.
Through screams of crumpled steel
I search the wreckage
for a ticket of hatred
my lover's voice
calling a knife at her throat.
In the steaming aisles of the dead
I am weeping to learn
the names of those streets
my feet have worn thin with running
and why they will never serve me
nor ever lead me home.
"Don't touch it!" she cries
I straighten myself in confusion
a drunken woman is running away
down a West Side street my lover's voice
moves me
to a shadowy clearing.
Corralled in fantasy
the woman with white eyes has vanished
to become her own nightmare
in my house
a French butcher blade
hangs love's token
I remember this knife
it carved its message into my sleeping
she only read its warning
written upon my face.
Audre Lorde, 1981
*
UN POEMA PARA LAS MUJERES EN CÓLERA Un calor estival mortal envuelve la ciudad
vacía de quienes no están obligados a quedarse
una mujer Negra espera a una mujer blanca
se apoya en la barandilla de una calle del Upper West Side
en el entreacto los lejanos sonidos de Broadway se apagan
hasta que oigo la voz de gorriones
como una promesa aguardo
a la mujer que amo nuestra ración de tiempo
un sitio fuera del dolor de la ciudad.
La cabina de la esquina. Una mujer
encristalada por reflejos de la calle
que nos separa su rostro blanco exhibe
un tapiz de desastres
con un barniz de orden
la boca dibujada como un mapa mal usado
los ojos sin meollo un corazón embotellado
los impecables credenciales del añejo dolor.
El barniz se agrieta el odio
se abalanza a través del vidrio sobre mi tarde
nuestras miradas hacen contacto
y la calle arranca en pesadilla
una mujer de ojos blancos se agarra
a una botella de Fleischmann
se echa mano a la pretina
saca un cuchillo de carnicero de sus raídos pantalones
arquea el brazo "¡Puta Negra!"
la pesada hoja derrapa
hacia mí a cámara lenta
años de furia erigiéndose como un muro
no lo oigo chasquear
contra la acera a mis pies.
Engranajes de antigua pesadilla se activan
en terror y silencio familiares
pero esta vez estoy despierta liberada
sonrío. Ahora sí. Esta vez
me toca a mí.
Me inclino para coger el cuchillo
los tímpanos retumbando
en la acera de enfrente la voz de mi amada
el único sonido audible en el calor blanco.
"¡No lo toques!"
Me yergo, flaqueo, me inclino de nuevo
sedienta de resolución sencilla
como la ira y tan a mano
mis dedos se alargan a la hoja familiar
el mango de madera conocido en mi palma
oh lo he sostenido contra la muela
miles de noches para esto
escoltando a la rabia en mi sueño
como a una buena amiga para despertar
en el hedor de la cólera
junto al rostro inmaculado del amor.
El fino acero de un cuchillo soñado
echa chispas desde el filo afilado
con un chillido torturado
entre la voz de mi amada y el giro gris
una opción de furia o dolor
rajando el juicio cicatriz carmesí
podría abrirla en canal a mi rabia
con una punta amolada en el amor.
En el inframundo la voz de mi amada
se atenúa como el rugido de un tren descarrilado
al otro lado de un río
cada rostro de blanca que amo
y recelo la tapa
comiendo uvas de una bolsa de papel
marcando exámenes amarillos
de una carpeta de manila
ordenada como el último pensamiento de la vida
cambio de vía.
Entre alaridos de acero desmoronado
busco en los restos
un billete de odio
la voz de mi amada
gritando un cuchillo en su garganta.
En los sofocantes pasillos de los muertos
lloro aprendiendo
los nombres de esas calles
los pies se me han gastado de correr
y ay que ya nunca me servirán
ni me llevarán a casa.
"¡No lo toques!" grita ella
yo me yergo en confusión
y una mujer borracha huye
por una calle del West Side la voz de mi amada
me lleva
hasta un claro sombrío.
Acorralada en la fantasía
la mujer de ojos blancos se ha esfumado
para ser su propia pesadilla
en mi casa
cuelga un cuchillo carnicero
francés prenda de amor
yo recuerdo esta hoja
su mensaje está grabado en mis sueños
ella sólo leyó su aviso
escrito en mi cara.
se abalanza a través del vidrio sobre mi tarde
nuestras miradas hacen contacto
y la calle arranca en pesadilla
una mujer de ojos blancos se agarra
a una botella de Fleischmann
se echa mano a la pretina
saca un cuchillo de carnicero de sus raídos pantalones
arquea el brazo "¡Puta Negra!"
la pesada hoja derrapa
hacia mí a cámara lenta
años de furia erigiéndose como un muro
no lo oigo chasquear
contra la acera a mis pies.
Engranajes de antigua pesadilla se activan
en terror y silencio familiares
pero esta vez estoy despierta liberada
sonrío. Ahora sí. Esta vez
me toca a mí.
Me inclino para coger el cuchillo
los tímpanos retumbando
en la acera de enfrente la voz de mi amada
el único sonido audible en el calor blanco.
"¡No lo toques!"
Me yergo, flaqueo, me inclino de nuevo
sedienta de resolución sencilla
como la ira y tan a mano
mis dedos se alargan a la hoja familiar
el mango de madera conocido en mi palma
oh lo he sostenido contra la muela
miles de noches para esto
escoltando a la rabia en mi sueño
como a una buena amiga para despertar
en el hedor de la cólera
junto al rostro inmaculado del amor.
El fino acero de un cuchillo soñado
echa chispas desde el filo afilado
con un chillido torturado
entre la voz de mi amada y el giro gris
una opción de furia o dolor
rajando el juicio cicatriz carmesí
podría abrirla en canal a mi rabia
con una punta amolada en el amor.
En el inframundo la voz de mi amada
se atenúa como el rugido de un tren descarrilado
al otro lado de un río
cada rostro de blanca que amo
y recelo la tapa
comiendo uvas de una bolsa de papel
marcando exámenes amarillos
de una carpeta de manila
ordenada como el último pensamiento de la vida
cambio de vía.
Entre alaridos de acero desmoronado
busco en los restos
un billete de odio
la voz de mi amada
gritando un cuchillo en su garganta.
En los sofocantes pasillos de los muertos
lloro aprendiendo
los nombres de esas calles
los pies se me han gastado de correr
y ay que ya nunca me servirán
ni me llevarán a casa.
"¡No lo toques!" grita ella
yo me yergo en confusión
y una mujer borracha huye
por una calle del West Side la voz de mi amada
me lleva
hasta un claro sombrío.
Acorralada en la fantasía
la mujer de ojos blancos se ha esfumado
para ser su propia pesadilla
en mi casa
cuelga un cuchillo carnicero
francés prenda de amor
yo recuerdo esta hoja
su mensaje está grabado en mis sueños
ella sólo leyó su aviso
escrito en mi cara.
traducción de Torres Ruiz