I think of a coffin's quiet
when I sit in the world of my car
separate and observing
windows closed and washed clean
in rain. I like to sit and watch
other worlds pass. Yesterday evening
I sat in my car on Sheridan Square
flat and broke and a little bit damp
thinking about money and rain
and the Village broads with narrow hips
rolling like drunken shovels
down Christopher Street.
Then I saw you unmistakably
darting out from between a police car and
what used to be Atkin's all-night diner—
where we sat making bets the last time I saw you
on how many busts we could count
through the plate-glass window
in those last skinny hours before dawn
with our light worded-out but still burning
the earlier evening's promise
dregs in our coffee cups
and I saw you dash out and turn left at the corner
your beard spiky with rain and refusing
shelter under your chin.
But I had thought you were dead Jarrell
struck down by a car at sunset on a North Carolina road
or were you the driver
tricked into a fatal swerve by some twilit shadow
or was that Frank O'Hara
or Conrad Kent Rivers
and you
the lonely spook in a Windy City motel
draped in the secrets of your convulsive death
all alone all poets all loved
and dying alone that final death
less real than those deaths you lived
and for which I forgave you?
I watched you hurry down Fourth Street Jarrell
from the world of my car in the rain
remembering Spring Festival Night
at Women's College in North Carolina
and wasn't that world a coffin's retreat
of spring whispers romance rhetoric
Untouched by winds
buffeting up the road from Greensboro
and nobody mentioned the Black Revolution
or Sit-Ins or Freedom Rides or SNCC
or cattleprods in Jackson Mississippi—
where I was to find myself
how many years later:
You were mistaken that night and I told you
in a letter beginning Dear Jarrell
if you sit in one place long enough
the whole world will pass you by . . .
you were wrong when you said I took
living too seriously
meaning you were afraid
I might take you too seriously
you shouldn't have worried
I dug you too much
to put you down
but I never took you at all
except as a good piece of my first journey south
except as I take you now
gladly at a distance
and wondering as I have so often
how come being so cool
you weren't also a little bit
Black.
And also why have you returned
to this dying city
and what piece of me is it then
buried down there in North Carolina.
Pienso en la quietud de un ataúd
cuando me siento en el mundo de mi coche
apartada y observando
las ventanillas cerradas y lavadas
en lluvia. Me gusta sentarme a mirar
cómo pasan otros mundos. Ayer tarde
me senté en mi coche en la plaza Sheridan
apagada y pelada y un pelín mojada
pensando en el dinero y la lluvia
y las pibas del Village de caderas estrechas
que se contonean como palas borrachas
la Calle Christopher abajo.
Y entonces te vi sin lugar a dudas
saliendo como un rayo de entre un coche de policía y
lo que antes era la cafetería de Atkin—
donde nos sentamos a apostar la última vez que te vi
cuántos pechos pudimos contar
a través de la ventana de cristal cilindrado
aquellas flacas últimas horas antes del alba
con nuestra llama sentenciada pero aún ardiendo
la promesa del atardecer anterior
un poso en nuestras tazas de café
y te vi salir por patas y doblar la esquina a la izquierda
tu barba erizada de la lluvia y rehusando
cobijo bajo tu mentón.
Pero yo pensaba que estabas muerto Jarrell
atropellado por un coche al atardecer en Carolina del Norte
¿o eras tú el conductor
empujado a un viraje fatal por alguna sombra crepuscular
o ése fue Frank O’Hara
o Conrad Kent Rivers
y tú
el solitario espía de un motel de la Ciudad de los Vientos
envuelto en los secretos de tu convulsiva muerte
todos solos todos poetas todos amados
y muriendo a solas esa muerte final
menos real que aquellas muertes que viviste
y por las cuales te perdoné?
Te vi trotando por la Cuarta Avenida Jarrell
desde el mundo de mi coche bajo la lluvia
recordando la Noche de la Fiesta de la Primavera
en la Universidad Femenina de Carolina del Norte
qué buen retiro de ataúd aquel mundo
de susurros romance retórica primaverales
Al socaire de los vientos
que abofetean la carretera desde Greensboro
y nadie mencionaba la Revolución Negra
o las Sentadas o los Viajes de la Libertad o el SNCC
o las picanas de Jackson Mississippi—
donde habría de encontrarme
cuántos años más tarde:
Aquella noche estabas equivocado y te lo dije
en una carta que comenzaba Querido Jarrell
si te sientas en el mismo sitio mucho tiempo
el mundo entero pasará de largo . . .
te equivocabas cuando dijiste que yo me tomaba
la vida demasiado en serio
queriendo decir que te daba miedo
Untouched by winds
buffeting up the road from Greensboro
and nobody mentioned the Black Revolution
or Sit-Ins or Freedom Rides or SNCC
or cattleprods in Jackson Mississippi—
where I was to find myself
how many years later:
You were mistaken that night and I told you
in a letter beginning Dear Jarrell
if you sit in one place long enough
the whole world will pass you by . . .
you were wrong when you said I took
living too seriously
meaning you were afraid
I might take you too seriously
you shouldn't have worried
I dug you too much
to put you down
but I never took you at all
except as a good piece of my first journey south
except as I take you now
gladly at a distance
and wondering as I have so often
how come being so cool
you weren't also a little bit
Black.
And also why have you returned
to this dying city
and what piece of me is it then
buried down there in North Carolina.
Audre Lorde, 1970
*
POEMA PARA UN POETAPienso en la quietud de un ataúd
cuando me siento en el mundo de mi coche
apartada y observando
las ventanillas cerradas y lavadas
en lluvia. Me gusta sentarme a mirar
cómo pasan otros mundos. Ayer tarde
me senté en mi coche en la plaza Sheridan
apagada y pelada y un pelín mojada
pensando en el dinero y la lluvia
y las pibas del Village de caderas estrechas
que se contonean como palas borrachas
la Calle Christopher abajo.
Y entonces te vi sin lugar a dudas
saliendo como un rayo de entre un coche de policía y
lo que antes era la cafetería de Atkin—
donde nos sentamos a apostar la última vez que te vi
cuántos pechos pudimos contar
a través de la ventana de cristal cilindrado
aquellas flacas últimas horas antes del alba
con nuestra llama sentenciada pero aún ardiendo
la promesa del atardecer anterior
un poso en nuestras tazas de café
y te vi salir por patas y doblar la esquina a la izquierda
tu barba erizada de la lluvia y rehusando
cobijo bajo tu mentón.
Pero yo pensaba que estabas muerto Jarrell
atropellado por un coche al atardecer en Carolina del Norte
¿o eras tú el conductor
empujado a un viraje fatal por alguna sombra crepuscular
o ése fue Frank O’Hara
o Conrad Kent Rivers
y tú
el solitario espía de un motel de la Ciudad de los Vientos
envuelto en los secretos de tu convulsiva muerte
todos solos todos poetas todos amados
y muriendo a solas esa muerte final
menos real que aquellas muertes que viviste
y por las cuales te perdoné?
Te vi trotando por la Cuarta Avenida Jarrell
desde el mundo de mi coche bajo la lluvia
recordando la Noche de la Fiesta de la Primavera
en la Universidad Femenina de Carolina del Norte
qué buen retiro de ataúd aquel mundo
de susurros romance retórica primaverales
Al socaire de los vientos
que abofetean la carretera desde Greensboro
y nadie mencionaba la Revolución Negra
o las Sentadas o los Viajes de la Libertad o el SNCC
o las picanas de Jackson Mississippi—
donde habría de encontrarme
cuántos años más tarde:
Aquella noche estabas equivocado y te lo dije
en una carta que comenzaba Querido Jarrell
si te sientas en el mismo sitio mucho tiempo
el mundo entero pasará de largo . . .
te equivocabas cuando dijiste que yo me tomaba
la vida demasiado en serio
queriendo decir que te daba miedo
que yo pudiera tomarte a ti demasiado en serio
no tenías por qué preocuparte
me caías demasiado bien
para hacerte de menos
yo nunca jamás te tomé
sino como un buen pedazo de mi primer viaje al sur
sino como te tomo ahora
con gusto a cierta distancia
y preguntándome como tantas otras veces
cómo es que siendo tan guay
no fueras también un poquito
Negro.
Y también por qué has regresado
a esta ciudad moribunda
y qué parte de mí es entonces
la que está enterrada en Carolina del Norte.
no tenías por qué preocuparte
me caías demasiado bien
para hacerte de menos
yo nunca jamás te tomé
sino como un buen pedazo de mi primer viaje al sur
sino como te tomo ahora
con gusto a cierta distancia
y preguntándome como tantas otras veces
cómo es que siendo tan guay
no fueras también un poquito
Negro.
Y también por qué has regresado
a esta ciudad moribunda
y qué parte de mí es entonces
la que está enterrada en Carolina del Norte.
traducción de Torres Ruiz